- ¿Buenas noches?
- Buenas noches, disculpe que llame a esta hora, la verdad es que no quisiera interrumpirla en lo que esté haciendo, pero tengo que pedir algo con urgencia, y, bueno, ya ve usted, no podía dejar pasar más tiempo, así es que no tuve otra opción que llamar de inmediato, espero que no se moleste.
- ¿Qué quiere?
- Bueno, le cuento, estaba yo a punto de quedarme dormida, pensando en quizás qué cosa, usted sabe, ese punto del sueño cuando usted controla parcialmente la dirección de los pensamientos, el segundo antes de quedarse dormida, bueno, estaba yo en ese momento, cuando de pronto sentí la necesidad de tener un retrato mío, no una foto, sino que una pintura, hecha así, a mano, por alguien que supiera bien cómo se hacen esas cosas.
- ¿Y cómo la ayudo yo?
- ¿Cómo que cómo? ¿No es usted la secretaria de Vincent?
- ¿La qué de quién?
- Secretaria y Vincent.
- Buenas noches, creo que no la puedo ayudar.
- No, no, no me corte, si usted me tiene que ayudar, yo sé que usted tiene contacto con Vincent. No lo puede negar, he pasado por fuera de su estudio, he visto los colores, yo sé que usted trabaja con él, él es el único que puede tener un estudio así.
- Sabe, son las cinco de la mañana, no entiendo nada, y tengo cosas que hacer.
- Pero ayúdeme, ¡necesito una reunión con Vincent!
- Le explico, yo no trabajo como secretaria, en ningún estudio, ni con ningún Vincent. Además, ¿de dónde sacó mi teléfono usted?
- Qué importa, usted me va a ayudar, yo sé, mire, déjele el siguiente mensaje a Vincent, o mejor llámelo ahora, yo sé que a veces no duerme, casi nunca duerme, debe estar pintando, o quizás está mirando por la ventana, por favor, ¡ayúdeme!
- Me tengo que ir a trabajar, buenas noches. Gracias por llamar, de todos modos. Acabo de notar que mi despertador se echó a perder.
- No me corte, en serio, este es el mensaje: Vincent: lo espero a las seis treinta de esta mañana, estaré con un vestido amarillo, afuera de su estudio, para que me pinte con la luz del amanecer. Iré con grandes ojeras y despeinada, no se preocupe por ocultarlo. A cambio ofrezco frascos: de oscuridad, de orejas, de aturdimiento, y cualquier cosa que a usted le haga falta.
- ¿Sabe? Yo no pinto, pero soy cirujana, ¿puedo encargarle un frasco de orejas? Mire que hoy en día la gente se las corta por doquier, o no faltan esos niños que han involucionado y se han ahuecado los lóbulos sin remedio.
- Está bien. ¿Le parece a las seis y media fuera del estudio de Vincent?
- Estupendo, nos vemos.
- Buenos días.